La matanza de Cholula
El 18 de octubre del año 1519,
Hernán Cortés perpetró, acompañado de sus hombres y aliados, la matanza de
Cholula, importante centro religioso de Mesoamérica en donde murieron, en no
más de 6 horas, unos cinco mil cholultecas. Pero ¿cuáles fueron las acciones
que provocaron tal masacre en su avance hacia Tenochtitlán? Se habla de que los
Tlaxcaltecas, enemigos de los cholultecas hicieron intrigas en Cortes en contra
de los de Cholula y para no ser sorprendidos el capitán ordeno la matanza,
también se menciona que los cholultecas si estaban planeando un ataque en
contra de los españoles y Cortes se adelanta a los hechos. Lo importante es que
esta terrible matanza, peor aún que la de Templo Mayor perpetrada por Pedro de
Alvarado, y donde perdieron la vida mucha gente inocente, no significo la
ruptura entre peninsulares y mesoamericanos, al contrario, infundo el temor en
Motecuhzoma II y probablemente permitió que ese miedo no lo dejara tomar
decisiones fundamentales para el rumbo de la Conquista. Revisando las fuentes
encontramos a fray Bernardino de Sahagún en su “Historia General…” y en las
“Cartas de Relación” de Hernán Cortes diferentes descripciones de los hechos.
¿Que menciona Sahagún de la
matanza?, según sus informantes esto sucedió:
Intrigas contra los de Cholula
Pero los de Tlaxcala ha tiempo
están en guerra, ven con enojo, ven con mala alma, están en disgusto, se les
arde el alma contra los de Cholula. Esta fue la razón de que les dieran
hablillas (al conquistador para que acabala con ellos.
Le dijeron:
–Es un gran perverso nuestro
enemigo el de Cholula. Tan valiente como el mexicano. Es amigo del mexicano.
Pues cuando esto oyeron los
españoles, luego se fueron a Cholula. Los fueron llevando los de Tlaxcala, y los
de Cempoala. Estaban todos en son de guerra.
La matanza de Cholula
Cuando se hubo llegado, se dieron
gritos, se hizo pregón: los guías, y también los hombres del pueblo.
Hubo reunión en el atrio del
dios.
Pues cuando todos se hubieron
reunido, luego se cerraron las entradas: por todos los sitios donde había
entrada.
En el momento hay
acuchillamiento, hay muertes, hay golpes, ¡Nada en su corazón temían los de
Cholula!
No con espadas, no con escudos
hicieron frente a los españoles.
No más con perfidia fueron
muertos, no más como ciegos murieron, no más sin saberlo murieron.
No fue más que con insidias se
les echaron encima los de Tlaxcala.
Y en tanto que todo esto se
hacía, todo se le hacía llegar, se le decía, se le hacía oír a Motecuhzoma.
En cuanto a los enviados, vienen
hasta acá, y se van; están dando vueltas de allá a acá. Ya no como quiera se
oye, se percibe el relato.
Por su parte, la gente humilde no
más está llena de espanto. No hace más que sentirse azorada. Es como si la
tierra temblara, como si la tierra girara en tomo de los ojos. Tal como si le
diera vueltas a uno cuando hace ruedos. Todo era una admiración.
Y después de sucedidas las
matanzas de Cholula, ya se pusieron en marcha, ya van hacia México. Van en
círculo, van en son de conquista. Van alzando en torbellino el polvo de los
caminos. Sus lanzas, sus astiles, que murciélagos semejan, van como
resplandeciendo. Así hacen también estruendo. Sus cotas de malla, sus cascos de
hierro; haciendo van estruendo.
Algunos van llevando puesto
hierro, van ataviados de hierro, van relumbrando. Por esto se les vio con gran
temor, van infundiendo espanto en todo: son muy espantosos, son horrendos.
Y sus perros van por delante, los
van precediendo; llevan sus narices en alto, llevan tendidas sus narices: van
de carrera: les va cayendo la saliva.
Códice Florentino lib. XII, cap. X (versión de Ángel María Garibay K.),
en Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista, introducción,
selección y notas de Miguel León-Portilla, UNAM, 16a. ed., México, 1999, pp.
41-42
Y Hernán Cortes ¿Qué
escribió?:
En tres días que allí estuve,
proveyeron muy mal y cada día peor, y muy pocas veces me venían a ver ni hablar
los señores y personas principales de la ciudad. Y estando algo perplejo en
esto, a la lengua que yo tengo... (Malinche) le dijo otra natural de esta
ciudad cómo muy cerquita de allí estaba mucha gente de Mutezuma junta, y que
los de la ciudad tenían fuera sus mujeres sus hijos y toda su ropa, y que había
de dar sobre nosotros para nos matar todos, y si ella se quería salvar que
fuese con ella, que ella la guarecería; la cual lo dijo a aquel Gerónimo de
Aguilar, lengua que yo hube en Yucatán de que así mismo a vuestra alteza hube
escrito, y me lo hizo saber. Y yo tuve uno de los naturales de la dicha ciudad
que por allí andaba y le aparté secretamente que nadie lo vió y le interrogué y
confirmó lo que la india y los naturales de Tascaltecal me habían dicho.
Y así por esto con lo por las
señales que para ello. veía, acordé de prevenir antes de ser prevenido, e hice
llamar a de los señores de la ciudad diciendo que les quería hablar, y metílos
en una sala, y en tanto hice que la gente de los nuestros estuviese apercibida,
y que en soltando una escopeta diesen en mucha cantidad de indios que había
junto al aposento y muchos dentro en él. Así se hizo, que después que tuve los
señores dentro en aquella sala, dejélos atando, y cabalgué, e hice soltar la
escopeta y dímosles tal mano, que en pocas horas murieron más de tres mil
hombres. Y porque vuestra majestad vea cuán apercibidos estaban, antes que yo
saliese de nuestro aposento tenían todas las calles tomadas y toda la gente a
punto, aunque como los formamos de sobresalto fueron buenos de desbaratar,
mayormente que les faltaban los caudillos porque los tenía ya presos; e hice
poner fuego a algunas torres y casas fuertes donde se defendían y nos ofendían,
y así anduve por la ciudad peleando, dejando a buen recaudo el aposento, que
era muy fuerte, bien cinco horas, hasta que eché toda la gente fuera de la ciudad
por muchas partes de ella, porque me ayudaban bien cinco mil indios de
Tascaltecal y otros cuatrocientos de Cempoal.
Vuelto al aposento, hablé con
aquellos señores que tenía presos y les pregunté qué era la causa que me
querían matar a traición, y me respondieron que ellos no tenían la culpa porque
los de Culúa que son los vasallos de Mutezuma, los habían puesto en ello, y que
el dicho Mutezuma tenia allí en tal parte, que, según después pareció, sería
legua y media, cincuenta mil hombres en guarnición para lo hacer, pero que ya
conocían cómo habían sido engañados, que soltase uno o dos de ellos y que
harían recogerla gente de la ciudad y tomar a ella todas las mujeres y niños y
ropa que tenían fuera, y que me rogaban que aquel yerro les perdonase, que ellos
me certificaban que de allí adelante nadie les engañaría y serían muy ciertos y
leales vasallos de vuestra alteza y mis amigos. Después de les haber hablado
muchas cosas acerca de su yerro, solté dos de ellos, y otro día siguiente
estaba toda la ciudad poblada y llena de mujeres y niños muy seguros, como si
cosa alguna de lo pasado hubiera acaecido; y luego solté todos los otros
señores tenía presos, con que me prometieron de servir a vuestra majestad muy
lealmente...
Hernán Cortés, Cartas de relación,
Colección "Sepan Cuantos...", núm. 7, Editorial Porrúa, 14 ed., México, 1985, pp.
44-45.
No hay comentarios:
Publicar un comentario